Así que hay una crisis de la naturaleza. Pero, te preguntarás, ¿qué significa eso para mí?
Bastante, en realidad. En última instancia, todos y cada uno de nosotros dependemos de la naturaleza.
La naturaleza sustenta directa e indirectamente la vida humana: desde los alimentos que comemos hasta el combustible y las medicinas que necesitamos para sobrevivir, desde el aire y el agua limpios hasta un clima estable. Nuestras economías, nuestras sociedades, nuestras civilizaciones: la naturaleza las sustenta a todas.
Por eso, si la naturaleza está amenazada, nuestra salud y nuestros medios de vida también corren peligro.
Perder la naturaleza significa un futuro en el que el suministro de alimentos disminuye a medida que los cultivos se pierden a causa de plagas y enfermedades, o porque no hay insectos que los polinicen, o porque los suelos se han quedado sin vida. Un futuro en el que será difícil encontrar agua limpia. Donde los ecosistemas ya no absorben nuestras emisiones de carbono ni nos protegen de los fenómenos meteorológicos extremos.
Muchas personas ya están saboreando ese futuro. En la India, por ejemplo, millones de personas de la ciudad de Chennai han sentido los efectos de la destrucción de los humedales costeros cercanos. Los ecosistemas de humedales solían ayudar a prevenir las inundaciones absorbiendo agua y a recargar las reservas de agua de la ciudad. Pero en los últimos años, la ciudad ha sufrido dos graves inundaciones y se ha enfrentado a una prolongada sequía en la que ha habido que transportar agua en camiones para satisfacer las necesidades básicas de la población.
En California, la industria del salmón, que genera miles de puestos de trabajo y aporta cientos de millones de dólares a la economía, lucha por sobrevivir. Las poblaciones de salmón chinook en el río Sacramento han disminuido un 80% desde la década de 1970, ya que las presas han aislado a los peces migratorios de sus rutas.
Las contribuciones de la naturaleza para las personas
Los científicos utilizan términos como «servicios ecosistémicos» y «contribuciones de la naturaleza a las personas» para describir los muchos beneficios que recibimos del mundo natural y que a menudo damos por sentados. He aquí algunos de los muchos ejemplos:
- Los bosques regulan el clima, generan las precipitaciones de las que depende la agricultura, reponen nuestras reservas de agua y nos proporcionan madera, alimentos y plantas medicinales.
- Los humedales reducen el riesgo de sequías e inundaciones al absorber y liberar lentamente el agua.
- Los manglares protegen los asentamientos costeros de las tormentas y la erosión y almacenan grandes cantidades de carbono.
- Los ecosistemas marinos nos proporcionan casi 100 millones de toneladas de marisco al año.
- Tres cuartas partes de nuestros cultivos y más de un tercio de la producción mundial dependen de las abejas y otros polinizadores.
- El turismo basado en la naturaleza mantiene millones de puestos de trabajo y genera enormes ingresos.
Valorando la naturaleza
Aunque es imposible poner precio a la naturaleza, podemos hacernos una idea de cuánto valen para nuestra economía las contribuciones de la naturaleza a las personas. Según la UICN, la Unión Mundial para la Naturaleza, el valor monetario de los bienes y servicios proporcionados por los ecosistemas asciende a unos 33 billones de dólares al año.
Según otra estimación, más de la mitad del PIB mundial (55%), es decir, unos 58 billones de dólares, depende moderada o altamente de la naturaleza y sus servicios. No es de extrañar que la pérdida de naturaleza y otros riesgos medioambientales, como el cambio climático y la escasez de agua, figuren sistemáticamente entre las mayores amenazas para la economía mundial.
No podríamos comprar los servicios que tomamos de la naturaleza aunque quisiéramos. Sin embargo, la naturaleza nos lo proporciona todo gratuitamente.
Sólo nos pide que la cuidemos a cambio.